No he podido
volver a redactar
los " "
desde que te vi salir del templo;
llevabas el infierno hidromarina
tan casi-piel
que parecía tu piel.
Sobre esa capa delgada
-que pude haber rasgado
como pintura sobre el agua-
cascadura de tamarindo.
En las manos,
panal de mariposas,
santuario de avispas.
En el medio oriente,
en tu desierto,
en la ciudad quebrada
-a las afueras de tus piernas feldespato-
miré la pupila de Dios
y él me miró,
y luego te vi:
Ibas
con tu sonrisa-cordillera,
tan aroma baxío,
tan un-tercio-de-los-Arcos
tan besos de tejocotl.
Era la noche de
Santa Rita,
a las afueras de la catedral
los muchachos danzaban.
Belén Jiuatsï,
una niña-azúcar-mascabada,
comerciante de astillas de cruz,
fue el única alma
que atestigüó el proceso:
Yo te miraba, tú me mirabas
caminábamos en espiral
Ni una gota de lluvia,
ni tan sólo una nube,
pero soplaban los tambores
su cántico líquido-azufre.
¿quién eras tú,
que bajaste de los desiertos
sahumada de mirra?
¿quién eras tú,
confundida
entre arenas mediterráneas?
¿quién eras tú
obelisco
erosionado
por el viento bélico
del norte?
eras verdad absoluta,
eras espina enterrada
sobre la frente del pescador,
eras estrella de David,
remolino sincrético,
personificación de la virgen.
Sigues siendo
mi profecía sin cumplir...
con una sola como tú
a mi lado
colonizaría el desierto entero.
Pues a este poema escrito yo si le aplaudo
ResponderEliminarSaludos Mr. Deltoya
yo también le aplaudo
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